Aún recuerdo cuando la temporada pasada conocí a Nahikari, cómo se me escapaba la sonrisa al ver a su padre acercarle una botella de agua en la línea de salida, y cómo con la excusa de beber aprovechaba para darle un beso y decirle que lo importante era que disfrutara la carrera. Nahikari ganó esa prueba y no dudó en esperar con los brazos abiertos a la segunda vencedora, y a la tercera, y a la cuarta… Es un gesto que destaca en ella y en muchos de los peques, y me hace ver lo mucho que nos queda a los mayores por aprender de ellos.
También en mi primera temporada vi lo bonito de este deporte, cómo se formaban amistades entre niños de provincias diferentes, que coincidían cada fin de semana en el lugar de turno para competir. A la vez que los niños, los padres también iban forjando una relación paralela, comían juntos, pernoctaban juntos… Formaban sus pequeñas familias. Recuerdo cómo Viñet le regaló a Nahikari una chaqueta pintada a mano por su madre con una de mis fotos, ambas inmortalizamos ese momento para siempre. Gema, tus manos son mágicas.
Mientras veía cómo Viñet levantaba la cinta de meta en Posadas el pasado domingo pensaba en lo mucho que se ha superado esta temporada, en lo frustrada que terminó una de las pruebas en las que se equivocó en el número de vueltas al circuito y en cómo le preocupaba no poder clasificarse para representar a Andalucía en la selección. Viñet, el talento se demuestra con mucho más que con resultado de una prueba aislada. Poco después, Viñet, con su coraje, consiguió su objetivo.
El domingo mi sonrisa volvía a escaparse al ver la cara de felicidad y los saltos de alegría que daba Nahikari al cruzar la meta detrás de su amiga, veía cómo ella estaba allí, esperándola para abrazarla de nuevo, volviendo a transportar mi mente al pasado. Acababan de jugarse el título de Campeona de Andalucía de Triatlón.
A las pruebas de los peques hay que ir con los ojos y con el corazón muy abiertos para no perderte estos momentos. Quizás sea por estos detalles por los que las disfruto tanto.
